- ‘Más concretamente, a principios de 2010, la economía de la austeridad —la insistencia en que los Gobiernos debían recortar el gasto a pesar del desempleo elevado— hizo furor en las capitales europeas. La doctrina afirmaba que los efectos negativos directos que los recortes del gasto tendrían para el desempleo se verían contrarrestados por los cambios en la confianza, que las reducciones salvajes del gasto llevarían a un aumento repentino del gasto de los consumidores y de las empresas, mientras que los países que no efectuaran los recortes verían huidas de capital y unos tipos de interés por las nubes. Si esto les parece algo que Herbert Hoover podría haber dicho, están en lo cierto: lo parece y lo dijo.
Ahora ya tenemos los resultados, y son exactamente lo que tres generaciones de análisis económicos y todas las lecciones de la historia nos deberían haber dicho que pasaría. El hada de la confianza no ha hecho acto de presencia: ninguno de los países que están recortando el gasto ha visto el desarrollo del sector privado que habían pronosticado. En vez de eso, los efectos depresivos de la austeridad fiscal se han visto reforzados por la caída del gasto privado.
(…)
Verán: entiendo por qué la gente influyente es reacia a reconocer que las ideas políticas que creían que reflejaban una profunda sabiduría son en la práctica un completo y destructivo disparate. Pero es hora de dejar atrás las creencias imaginarias sobre las virtudes de la austeridad en una economía deprimida.’
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